sábado, 21 de abril de 2018

James Dean, la vida a toda velocidad.




El rebelde sin causa más famoso de todos los tiempos tuvo un final acorde a lo que fue su vida. Aunque nunca pronunció la frase “vive rápido, muere pronto, y deja un bonito cadáver” bien podría haberlo hecho porque nadie como él la llevó tan a rajatabla.

Nacido en Indiana, trasladado a California durante su más tierna infancia, y de vuelta a Indiana de nuevo cuando murió su madre; la niñez de Dean transcurrió en un entorno campestre bajó la influencia religiosa del pastor de su iglesia (años después se sabría que abusó sexualmente de él). Sin embargo, Dean no tardó en mostrar interés por la actuación, el teatro, y los deportes. Durante su adolescencia participó en multitud de obras teatrales, así como también fue miembro del equipo de béisbol y de baloncesto del instituto mientras se afanaba por cumplir su sueño y estudiaba interpretación. Años más tarde lograría trasladarse a Nueva York para ingresar en el prestigioso Actor's Studio, y a partir de ahí la los éxitos que todos conocemos: Rebelde sin Causa, Al Este del Edén, y Gigante.

Pero toda estrella tiene su ocaso,y el de James Dean llegó a la temprana edad de 24 años.

El 30 de septiembre de 1955 Dean rodaba en su ya archifamoso Porsche Spyder 550 rumbo a una carrera que disputaría en la localidad de Salinas cuando en un cruce cerca del pequeño pueblo de Cholame no pudo esquivar un Ford Custom Tudor que venía de frente. A partir de aquí las fuentes difieren y mientras unos dicen que Dean murió en el acto al estrellarse contra el parabrisas del otro coche, otros aseguran que Dean sobrevivió al golpe y murió camino del hospital.

Sea como fuere aquella tarde moría el chico malo de Amércia y nacía el mito hollywoodiense, un icono cuya estética y personalidad muchos tratarían de imitar años después con mayor o menor éxito; un personaje que si es cierta la leyenda no sería más que la primera de las muchas víctimas que se cobraría el malogrado Porsche 550 Spyder, o como lo llamaba el propio Dean, Little Bastard. Pero ésta ya es otra historia...

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